jueves, 14 de julio de 2011

¿CUÁNTO TIEMPO SE DEBE RECORDAR UN VIEJO AMOR?

Hoy me levanté un poco nostálgica y encontré este texto en internet 


Soy nostálgica de mis amores pasados, porque cada historia inconclusa me dejó una pregunta sin respuesta. Y no soy de las que aceptan quedarse sin respuestas. No saber, lo he aprendido a lo largo de la vida, es lo más angustiante que existe. No saber es no tener a qué aferrarse. No saber es no poder cerrar una historia.
Hoy mi marido me desayunó con tres jazmines y una rosa, y el recuerdo de que desde hace unos años se instaló el festejo del día de los enamorados en nuestro país. Para mí el día de los enamorados fue y seguirá siendo el 21 de septiembre. La primavera es el símbolo del amor, no este calor bochornoso que te encuentra deseando que la vida se normalice y comiencen las clases.
Les decía, entonces, que pesar de que continúo felizmente casada con mi primer marido, nunca he podido dejar de fantasear con aquellos amores perdidos. Que no fueran tantos, no se crean. Si quitamos a éste, y a ése, y al otro más, y al primero, porque ahí es fácil confundir romanticismo con amor, aunque en verdad lo que te confunden son las hormonas, son sólo dos en los que pienso, y -a veces- sueño. Dos hombres -he mantenido una conducta heterosexual a lo largo de mi vida- a los que de verdad quise, o creí querer, y que por algún motivo que no conozco, en un momento dejaron de quererme.
Yo creo que es increíblemente rica la experiencia de que te rompan el corazón. Claro, después de meses o años de llorar como una desposeída, de intentar suicidarte a fuerza de chocolate, de llamarlo y cortar, de aparecer de casualidad en los lugares que frecuentaba, de escribirle alguna carta larguísima que por suerte no enviás, y de creer que la vida se ha terminado y el resto será un desierto de amor, una comienza a darse cuenta de que tener el corazón roto, y vivir luego su milagrosa recuperación, es una circunstancia que te cambia, te hace madurar, te sirve de inspiración y te enseña más de la vida que cinco licenciaturas y dos posgrados en el exterior.
Pero no he podido dejar de pensar. No puedo. Pasaron veinticinco años, veinte, quince. Y no puedo. No puedo -y esto es un pecado mortal habiendo hijos de por medio- pensar si con ellos la cosa hubiera sido distinta. ¿Hubiese sido más feliz? ¿Tendría más dinero? ¿Nos hubiéramos rendido a la rutina con el tiempo o todo seguiría siendo como el primer día? ¿Qué vida hubiera llevado? ¿Viajaríamos? ¿Nos acurrucaríamos por las noches frente a un hogar de leña, y nos contaríamos nuestras vidas? Imagino la vida con ellos como si se tratara de la película de Hallmark de la semana, mientras que mi vida real se parece más a una serie de HBO.
No puedo dejar de pensar. Y como pienso y fantaseo, los busco.
Tengo la suerte -o pésima suerte- de que mis dos amores perdidos tienen trabajos públicos. Y como tienen trabajos públicos, están en Internet. Sé lo que hacen. Los espío en el mundo virtual. Y me pregunto si eso que hacen los hace más felices que haber seguido conmigo. Y me pregunto con quién lo hacen. Eso no me lo responde Intenet. Sé de qué trabajan, pero no sé si se han casado, si son felices, si tienen hijos, si alguna vez piensan en mí. Si he dejado alguna huella en ellos. O si soy una anécdota. La idiota que se enamoró en serio. La que pensaba que uno sería el hombre con el que pasaría su vida, el padre de sus hijos. O que el otro sería la aventura, la pasión. O si ni siquiera me recuerdan.
A uno de ellos lo veo seguido en fotos en la red y hasta en TV. Envejeció. Parece un hippie viejo y fumado incapaz de ofrecerle un lugar seguro a una mujer. Eso quiero creer. Del otro nunca había encontrado una foto. Hasta hace unos días. Me parece. Una foto con su nombre en un sitio web. A ese que era el amor de mi vida, que sería el padre de mis hijos, no pude reconocerlo. Busqué una foto suya de hace ...y pico de años, y la puse al lado de la actual. Ni siquiera se parece. Si uno se fija en los ojos, y en la nariz, y en la frente, todo por separado, hay ciertas similitudes. Pero podría mañana pasar a mi lado que no lo reconocería. Aunque siga soñando con él. Parece gay. Eso quiero creer.
Entonces se instaló una duda: ¿es tran frágil la memoria o lo son los viejos amores? Y además, ¿cuándo tiempo se debe recordar un viejo amor, si una se ha recuperado y ha seguido con su vida y con otro amor que, sobre todo, nunca se ha ido? ¿Y por qué seguimos deseando aquello que no pudimos tener o no supimos mantener? ¿Es todo una fantasía con la que nos castiga nuestro orgullo de mujeres heridas, o sobrevive de verdad cierta nostalgia romántica? ¿Ellos se merecían nuestro recuerdo? ¿Eran realmente tan buenos tipos, tan queribles, tan simpáticos, tan únicos, o simplemente fueron los que nos torcieron la vida de alguna manera? Porque la verdad es que aunque una se haya recuperado, cada vez que nos rompen el corazón algo de este muere para siempre. Una ínfima parte, si se quiere. Como en un infarto. Una parte del músculo ya no vuelve a funcionar. Ese es la marca que nos dejan los viejos amores. Pero por suerte, sabemos que si de pronto nos cruzáramos, y nos reconociéramos, nos daríamos cuenta de que lo que tenemos hoy en día es mucho mejor. Y tal vez dejaríamos de fantasear, de idealizarlo. Por eso es que se necesitan las respuestas. Porque si no la vida se convierte en un círculo del que no sabemos cómo salir.
Idea Vilariño dijo todo esto mucho mejor:
 
Ya no
Ya no será.
Ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo, no coseré tu ropa, no te tendré de noche, no te besaré al irme.
Nunca sabrás quien fui por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo nunca ni si era de verdad lo que dijiste que era ni quien fuiste ni qué fui para ti ni cómo hubiera sido vivir juntos, querernos, esperarnos, estar.
Ya no soy más que yo para siempre y tú ya no serás para mí más que tú. 
Ya no estás en un día futuro no sabré dónde vives, con quien, ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
 
Así que a los viejos amores dedico este día de los enamorados, porque al amor que tengo en casa sé que no hace falta. Y a él, si me disculpan, pienso dedicarme ahora.
 
 
Fuente: lavidaconsubtitulos.blogspot.com

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